sábado, 29 de agosto de 2009

CON EL PODER DE NUESTRA SANGRE

Qué belleza ese río de sangre que corre por nuestras venas recorriendo todo nuestro cuerpo. Su color rojo oscuro, su fluidez y toda la información vital que contiene para nuestra vida siempre me generaron un enorme respeto y admiración. Sin embargo, junto a estas emociones, también he sentido temor, asco y una sensación de "impresión" cuando veo sangre.
Poco a poco pude diferenciar que la sangre que me genera esas emociones desagradables es aquella que emerge de una herida del cuerpo, aquella que brota desde el dolor, en forma accidental, antinatural y que la sangre que brota desde mi cuerpo cuando estoy con mi luna (menstruación) genera en mí sensaciones muy agradables y de mucho bienestar.

Poder ver esta diferencia me abrió a un mundo nuevo, mágico, maravilloso. Empezar a afirmar en mi interior y de a poco y tímidamente hacia fuera que “disfruto y celebro mis lunas” me permitió explorar una dimensión nueva de lo femenino: “el poder de nuestra sangre”.

Es muy común escuchar a las mujeres renegar de sus lunas, protestar porque no pueden hacer las mismas cosas que los otros días, o escuchar de los varones expresiones como: “sí, está loca, anda con eso…”.

La menstruación se ha convertido en uno de los grandes tabúes de nuestra sociedad patriarcal y lamentablemente ha logrado que las mujeres occidentales neguemos nuestras lunas llenándonos de medicamentos para acallar los dolores que la misma negación nos está provocando.

Sin embargo, esta sangre que cada mes brota de nuestro cuerpo tiene todo el poder del misterio femenino.

Me imagino la admiración y el desconcierto que generaría en los primeros seres humanos esta Magia… sangrar sin dolor, sin heridas, sin poner en peligro la vida, simplemente sangrar como una forma de regeneración de nuestro cuerpo femenino.

Cada mes el cuerpo de la mujer inicia el proceso de vida y muerte, cada mes un óvulo comienza a madurar, llega a su plenitud y muere. Cada mes nuestro útero y nuestro cuerpo todo acompania este proceso que, si no hay embarazo, culmina con la magia de la sangre que emana de nuestro interior, limpiando y preparando nuestro cuerpo y nuestra psiquis para un nuevo comienzo.

Y así comenzó el recuento del tiempo. Muchas estudiosas dicen que fuimos las mujeres quienes buscando comprender nuestra magia comenzamos los primeros calendarios. Me imagino a aquellas primeras mujeres, en las noches desveladas cuando estaban con sus lunas..., con sus manos marchadas de sangre limpia..., contemplando el cielo y las estrellas y descubriendo la sincronía de nuestro ciclo menstrual con los ciclos de la Madre Luna. ¡Qué maravilla, que gran salto para la humanidad toda! Y así comenzaron a descifrar el misterio de la fertilidad de nuestros cuerpos y de la Madre Tierra.

En muchas cultura antiguas que adoraban a la Diosa y en distintas comunidades aborígenes de nuestra América, las mujeres con sus lunas se juntaban a meditar, cantar, orar y pintar en tiendas o Casas de Luna donde practicaban la adivinación en beneficio de toda la comunidad. Las antiguas Sacerdotisas de la Diosa ofrecían su sangre a la Diosa colocándola en los altares y devolviéndola a la Tierra como agradecimiento.

Posteriormente el patriarcado desterró estas costumbres, diciendo que esta sangre es impura y colocando y ofreciendo a los Dioses masculinos la sangre proveniente de la guerra o los sacrificios humanos… ¡Cuanta locura en nombre de los Dioses, simplemente para despojar a las mujeres del poder de su sangre! No debemos creer ni seguir a ningún Dios que nos pida sangre de muerte, que nos lleve a sacrificar la vida de ningún ser, porque la Diosa es vida, la Tierra es vida y la muerte, al igual que la sangre en el cuerpo femenino, deviene en forma natural sin necesidad de ningún sacrificio para provocarla.

Las mujeres necesitamos volver a gritar a los cuatro vientos, a las cuatro direcciones, al corazón del Cielo, al corazón de la Tierra y al corazón de la Humanidad que “Somos cíclicas”. Sí, es verdad que cambiamos de humor, que nuestras percepciones e intuiciones se agudizan y buscamos estar solas cuando estamos con nuestra luna… y es verdad que estamos llenas de energía, entusiasmo y proyectos cuando estamos ovulando. La cultura patriarcal en la que fuimos educadas nos ha enseñado a rechazar nuestra sangre, a esconderla, a avergonzarnos si nuestra luna mancha nuestra ropa, a disimular y negar los cambios emocionales, psíquicos y corporales que experimentamos en esos días. Los varones no experimentan estos cambios y nuestra cultura ha tomado como parámetro de lo “normal” a lo masculino, negando y descalificando lo femenino, considerándolo “lo otro”, lo ajeno, lo distinto y entendiendo que todo lo que no sea estable, sino cíclico, mutable y cambiante es imperfecto. Por lo tanto somos nostras, las mujeres quienes tenemos que validarlo y darle crédito, legitimidad y poder.

Las mujeres nunca sabemos cómo nos sentiremos al otro día. Hay días en los que amanecemos felices sin ninguna razón externa y hay días en los que amanecemos con angustia y sin ganas de levantarnos de la cama. Y la razón está en nuestro cuerpo que día a día genera procesos hormonales cambiantes. Esta es nuestra magia y nuestro poder. Aprender a escucharnos, a vivir nuestro cuerpo femenino con orgullo, sin peleas y respetando nuestros ciclos nos abre a una posibilidad nueva de ser mujer.

Desde distintas partes del mundo las mujeres empezamos a despertar de este letargo en el cual nos sumergió el patriarcado y hemos empezado a validar nuestras emociones, sensaciones, intuiciones, percepciones, sueños, e ideas.

Tenemos mucho por explorar, poco sabemos y nada se sabe de lo que verdaderamente somos las mujeres. Necesitamos escucharnos unas a las otras, experimentar juntas y por nosotras mismas y llegar a nuestras propias conclusiones sobre lo femenino.

Muchas mentiras y falsos conceptos hemos aprendido e internalizado por cientos de generaciones, así que el trabajo que nos toca no es sencillo, pero puedo asegurarles que es fascinante.

Si todavía la luna se manifiesta en ti todos los meses, toca tu sangre, huele tu sangre, entrégala a la tierra cada mes, riega tus plantas, marca tu cuerpo con una media luna o con la estrella de cinco puntas para estar protegida, siente el poder de tu cuerpo que muere y se regenera nuevamente. No tengas miedo, es tu propia sangre, eres tú misma.

Si las lunas han cesado en ti, déjate inundar por los calores, siente esta energía maravillosa que fluye de repente por tu cuerpo, no te avergüences, este es tu poder, déjate inundar por esa fuente inmensa de calor, energía y poder creativo.

Y si ya has entrado en la etapa de la Mujer Sabia, confía en que tu cuerpo ya ha aprendido todo lo que tenía que aprender y toma muy en serio tus propias palabras, percepciones e intuiciones… bendita seas!!!

Que el poder de nuestra sangre vuelva a la Madre Tierra. ¡Que así sea!


Silvana Musso

Psicóloga – Sexóloga – Terapeuta Gestáltica

Sacerdotisa de la Diosa de la Cruz del Sur

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